Derechos humanos y política

Estados Unidos se forjó como el paradigma democrático tras su Independencia y abolición de la esclavitud, consumado luego de la Segunda Guerra Mundial.

Desde entonces, las instancias judiciales y legislativas de ese país cuidan los aspectos que tienen que ver con derechos fundamentales de los norteamericanos, a pesar de que el poder establecido (sin distinguir si son demócratas o republicanos) se procura acciones que no pocas veces coligen con aquellas conquistas ciudadanas, contempladas en la Constitución.

Desde el 17 septiembre de 1787, la Constitución estadounidense contempla derechos fundamentales que con el pasar de los años robustecieron el Estado democrático, convirtiéndose éstos en parte de la cultura política y judicial de la nación, espejo para muchos. Las propuestas de primeras enmiendas constitucionales, con excepción de las dos primeras, se realizaron en una misma fecha y año ( 25 de septiembre de 1789 y promulgadas dos años después), convirtiéndose en la Carta de los Derechos.

La primera de esas modificaciones contempló la libertad de culto, de opinión, de prensa, petición y de reunión, aspectos esenciales que rigen el sistema democrático estadounidense. La auténtica participación política fue uno de los pilares de la Guerra de Independencia de Estados Unidos.

Una película (estrenada el pasado año y protagonizada de manera brillante por Daniel Day Lewis, haciendo el papel de Lincoln), refleja a un Presidente que apela a todos los mecanismos que le permitió el ejercicio del poder para aprobar la Décimo Tercera Enmienda, que incluyó la abolición de la esclavitud y la culminación de la guerra civil.

Su determinación de pasarla sin importar los métodos, como cuenta la película, no resta brillo ni grandeza a la figura de Lincoln. Al contrario, mostró la firmeza que en determinadas circunstancias necesita un estadista para llevar un país dividido por el camino de la unificación y la creación de los cimientos para forjar una nación con una democracia fuerte, como la que exhibe Estados Unidos hoy día. Un documental elaborado a partir del libro "Killing Lincoln", de Bill O'Reilly para National Geografic, de reciente estreno también, toma la figura del Presidente como personaje central para narrar cómo fue asesinado el décimo sexto Presidente de los Estados Unidos.

En ambas historias se proyecta a un Lincoln que defiende los derechos humanos y la libertad de los ciudadanos, especialmente al rechazar el trabajo forzado a que eran sometidos los negros, que no tenían derecho a las prerrogativas de las que sí gozaban los blancos.

El primer largometraje al que me refiero ("Lincoln") es un guión en el que Spielberg toma los argumentos del libro bestseller: "Team of Rivals: The Political Genius Of Abraham Lincoln", de Doris Kearns Goodwin, una publicación de 2005, en la que su autora cuenta los últimos meses de la vida de una de las figuras más paradigmáticas de la historia no solo de Estados Unidos, sino de América.

Aparte de los razonamientos de los críticos de cine con la película de Spielberg, relativos a los desacuerdos del guión con algunos hechos históricos aparecidos en el libro, las dos producciones coinciden en resaltar que producto de la lucha de Lincoln, los derechos de los norteamericanos tomaron nueva fuerza en la Enmienda impulsada por éste.

Estados Unidos es, pues, como nación el resultado de la sangre de 618 mil muertos y 413 mil heridos en combate, soldados de los bandos de la Unión y los Estados confederados. Pocas naciones se habían desgarrado tanto en la historia de la humanidad para alcanzar su independencia y obtener la libertad de los esclavos, hecho este último que coloca a Estados Unidos entre los primeros países en conseguir su independencia en América y la abolición de la esclavitud.

El primero fue Haití. Ningún Presidente de los Estados Unidos alcanzará la estatura de Lincoln ni las conquistas obtenidas en la Guerra de Secesión. A un país que nació defendiendo los derechos de los negros, a no pocos conocedores de la historia resulta inexplicable que ese país mantenga en la Base de Guantánamo a un grupo de hombres y mujeres detenidos a quienes la opinión pública mundial no le sabe sus nombres ni conoce sus rostros.

No sabemos qué tipo de privaciones y castigos se les aplican, sin que medien testigos o la supervisión de estos organismos estadounidenses que se preocupan y luchan más por vigilar que en otros territorios se cumpla con los derechos humanos, que por la aplicación de las conquistas históricas a que he hecho referencia.

Resulta evidente, pues, lo que está ocurriendo en Rusia y el presidente Vladimir Putin, a quien el gobierno de Barack Obama le está armando un expediente de faltas graves a los derechos humanos. No tengo evidencias de esas denuncias, pero sí doy seguimiento a otros temas que Estados Unidos tiene pendiente con los rusos, a raíz de la guerra en Siria, el asilo concedido a Edward Snowden, el excontratista de la CIA refugiado en ese país, y la situación de Ucrania

Todo ciudadano del mundo debe velar para que los derechos de las personas sean respetados, pero esta conquista de la humanidad no debe ser tomada como excusa para el intervencionismo velado o al estilo Guerra Fría.

Escrito por Rafael Núñez
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